Rafael, un joven pescador de la ranchería Las Flores, luchaba desde niño contra un trastorno convulsivo que lo acechaba en cualquier momento. A pesar de su condición, no tenía otra opción que trabajar para mantener a su familia. Ayer por la mañana, un episodio de epilepsia lo sorprendió mientras revisaba sus redes de pesca en el río. Lamentablemente, murió ahogado.
El fatídico amanecer fue presenciado por Ignacio, su hermano, quien, entre lágrimas y con la voz entrecortada, relató a la policía cómo intentó desesperadamente salvar a Rafael. “Traté de ayudarlo, nadé hacia él, pero ya no pude salvarlo”, dijo, visiblemente conmocionado a la policía. El dolor en sus palabras reflejaba la impotencia que sintió en esos angustiosos minutos.
Eran aproximadamente las seis de la mañana cuando Rafael y su hermano partieron hacia la laguna, como lo hacían cada día. Con sus cayucos, se adentraron en las aguas para revisar las redes de pesca que habían tendido el fin de semana. Sin embargo, esa rutina se vio interrumpida cuando un sonido repentino alertó a Ignacio: algo había caído al agua.
“Escuché que algo cayó y era Rafael”, narró Ignacio a las autoridades. Sin dudarlo, se lanzó al agua y nadó hacia el cayuco de su hermano, pero para cuando llegó, Rafael ya se había sumergido. Comenzó a buscarlo desesperadamente, pero el tiempo jugaba en su contra. Finalmente, logró encontrarlo, pero ya era demasiado tarde. Rafael estaba inconsciente y llevaba más de diez minutos bajo el agua.
Con el corazón destrozado, Ignacio llevó el cuerpo de su hermano a la orilla en el mismo cayuco en el que habían llegado.