En Cambio Diario informa que la generación Z tumbó al gobierno comunista nepalí. Ya no es una hipótesis, es un hecho registrado en la historia reciente. Jóvenes nacidos después del año 2000, sin experiencia política formal, sin partidos, sin financiamiento, lograron en pocos días lo que décadas de oposición no pudieron: forzar la renuncia del primer ministro Khadga Prasad Oli y provocar el colapso del gobierno comunista más estable de los últimos años en Nepal. Todo comenzó con un bloqueo digital, pero terminó en fuego, sangre y emisiones masivas.
El detonante: redes sociales bloqueadas y corrupción desatada
El gobierno de Oli ordenó el bloqueo de 26 plataformas digitales —entre ellas WhatsApp, Facebook, Instagram, YouTube y LinkedIn— bajo el argumento técnico de “no estar registradas ante el Ministerio de Comunicaciones”. Pero los jóvenes no compraron la excusa. Sabían que era censura disfrazada. La medida se aplicó un jueves. Para el lunes, ya había barricadas. Para el martes, el Parlamento ardía.
La chispa que encendió la revuelta juvenil
No fue solo el veto digital. Fue la gota que derramó un vaso lleno de corrupción, promesas incumplidas y desempleo juvenil. En Pokhara, Itahari y Katmandú, estudiantes universitarios organizaron protestas usando las pocas aplicaciones que aún funcionaban. TikTok y Viber se convirtieron en centros de comando. La consigna era clara: “No es por las redes, es por el país”.
Voces desde las calles: “Queremos recuperar nuestro país”
“Más que la prohibición de las redes sociales, creo que la de todos se centra en la corrupción”, dijo Sabana Budathoki a la BBC. Binu KC, otro estudiante, lo resumió mejor: “Los líderes prometen una cosa durante las elecciones, pero nunca cumplen”. Estas frases, repetidas en pancartas y cánticos, se volvieron el himno de una revolución sin líderes formales. La Generación Z tumba al gobierno comunista nepalí no con armas, sino con hashtags, marchas y una rabia acumulada durante años.
Violencia, fuego y dimisiones: el colapso del poder
El lunes, al menos 19 muertos. El martes, 22. Cientos de heridos. El edificio del Parlamento, en llamas. El aeropuerto internacional, cerrado. Escuelas, suspendidas. Toque de queda en toda la capital. La policía utilizó munición real, según Amnistía Internacional. La ONU advirtió de una “escalada de violencia inédita”. Y mientras el humo subía desde el centro del poder, los ministros empezaron a renunciar uno tras otro.
Parlamento en llamas y toque de queda nacional
Cientos de manifestantes irrumpieron en el recinto legislativo y descubrieron fuego al edificio principal. Las imágenes dieron la vuelta al mundo. El gobierno respondió con toque de queda indefinido en Katmandú y otras ciudades clave. Vuelos cancelados. Internet, intermitente. El miedo se apoderó de los funcionarios. Pero no de los jóvenes. Ellos seguían en las calles.
Renuncias en cadena y líderes bajo fuego
Primero cayó Ramesh Lekhak, ministro del Interior. Luego, Agricultura. Después, Salud. Veintiún diputados del Partido Rastriya Swatantra abandonaron la coalición oficialista. Manifestantes quemaron casas de figuras clave: Sher Bahadur Deuba, el presidente Poudel, el maoísta Dahal. Incluso una escuela privada vinculada a la esposa del ex primer ministro fue incendiada. El sistema se desmoronaba en tiempo real.
¿Quién es Khadga Prasad Oli y por qué cayó?
Oli asumió su cuarto mandato en 2024. Líder del Partido Comunista de Nepal (Marxista-Leninista Unificado), gobernaba en coalición con el Congreso Nepalí. Su discurso: “La independencia de la nación es más importante que la pérdida de empleos”. Su error: subestimar a una generación criada en internet, sin miedo a quemar estructuras.
Cuatro mandatos, cero confianza.
A pesar de su experiencia, Oli no entendió el cambio de época. Nepal ya no es el país de la guerra civil ni de los acuerdos entre maoístas y monarquistas. Hoy tiene 30 millones de habitantes, un PIB per cápita de 1.447 dólares, un desempleo cercano al 10% y una juventud que no acepta más promesas vacías. La Generación Z tumba al gobierno comunista nepalí porque ya no cree en discursos, cree en acciones.
Nepal, república frágil entre maoístas y crisis
Desde 2008, Nepal es una república federal. Pero la estabilidad política es un espejismo. Gobiernos caen cada pocos años. La corrupción es endémica. El crecimiento económico, lento. Y ahora, una juventud que no teme enfrentar al sistema. El gobierno comunista no cayó por un golpe militar, sino por un levantamiento digital convertido en físico.
Reacciones internacionales y llamados urgentes
La coordinadora de la ONU en Nepal, Hanna Singer Hamdy, pidió “máxima moderación”. Amnistía Internacional exigió una “investigación exhaustiva, independiente e imparcial”. Ambas coincidieron: la policía usó armas de fuego contra civiles. Los hospitales reportaron heridas en pecho y cabeza. No eran balas de goma. Era represión real.
Médicos reportan heridas de bala en zonas vitales
“Muchos están en condición grave y parecen haber sido alcanzados en la cabeza y el pecho”, dijo el doctor Badri Risa, del principal hospital del país. Las imágenes de jóvenes con vendajes y camillas se viralizaron. Los cánticos en las calles cambiaron: “Castiguen a los asesinos del Gobierno. Dejen de matar niños”. La indignación ya no tenía vuelta atrás.
¿Qué sigue para Nepal tras la caída del gobierno?
Nadie lo sabe con certeza. Lo que sí es claro: la Generación Z ya demostró su poder. No necesito partidos. No necesito financiamiento. Tienen redes, rabia y una causa justa. El gobierno comunista cayó. Ahora, el reto es construir algo nuevo. Algo que no traicione otra vez a la juventud. Algo que realmente escuché.